(Ciudad del Vaticano, 8 abril 2023). – El dolor de Jesús en el Vía Crucis se une al de los hombres: llámese guerra, guerrilla, operación especial, violaciones, rehenes, minas antipersonales, o tantos nombres que se crean o se inventan para indicar o justificar la violencia.
No importa cómo se les llame a estos episodios de violencia, en el centro de todos ellos está el dolor de madres, padres, hermanos, familiares o amigos que ven morir o sufrir a los suyos.
Sudán del Sur, Colombia, Libia, Congo, Guatemala, Medio Oriente: los lugares no están indicados, aunque se pueden entender por algunos detalles. Pero no cambia la sustancia, porque el guión es siempre el mismo.
Así, el Vía Crucis de 2023 en un viernes frío de abril -aunque no contó con la presencia del Papa Francisco que acababa de salir del hospital por una complicación- además de recordar la Pasión de Jesús, estuvo acompañado de memorias verdaderas, dramáticas, de quienes sufrieron y de quienes tuvieron que migrar o sufrir violencia.
“Jesús, que abrazas la cruz por nosotros, mira nuestra tierra sedienta de paz, mientras la sangre de tus hermanos sigue derramándose y las lágrimas de tantas madres que pierden a sus hijos en la guerra se mezclan con las de tu Santa Madre”, se lee en el texto del Via Crucis.
Son “ecos de paz que surgen en esta “tercera guerra mundial fragmentada”, gritos que provienen de países y territorios hoy desgarrados por la violencia, la injusticia y la pobreza. Todos los lugares donde se sufre conflictos, odio y persecuciones están incluidos en la oración de este Viernes Santo”, indica el texto.
Y el Vía Crucis recuerda que todos los díasdebemos elegir “entre Barrabás o Jesús”, aunque “en Tierra Santa parece que nuestra elección recae siempre en Barrabás”.
El Vía Crucis pasa a través de las travesías del desierto o del mar Mediterráneo, con el testimonio de una persona que sufrió 8 años, pasando por contrabandistas y devuelta a campos de detención en Libia.
El Camino de Jesús de este viernes también recuerda el narcotráfico, la corrupción, la explotación, los compromisos que matan la paz, sin olvidar los ataques en las redes sociales a quienes no piensan como nosotros.
Luego muchos testimonios de sufrimiento, de quien ha sabido perdonar, de los que se interrogan: “¿Habrá un cirineo para mí?” sintiendo que nadie les ayuda. Dan testimonio dos niños desplazados que acaban en campos de refugiados con una infancia negada.
Se suma el drama es una familia que huye de Mariuopol, y el de un joven ruso que pierde a un hermano y no sabe dónde están su padre y su abuelo.
Pero también de muchos supervivientes, en África, en América, en Asia, que intentan perdonar a sus agresores.
“Gracias, Señor Jesús, por la luz que encendiste en nuestras noches y porque reconciliando cada división nos hiciste a todos hermanos, hijos del mismo Padre que está en los cielos”, concluye el Vía Crucis.
H. Sergio Mora